martes, 14 de febrero de 2012

UN AUTOR, UN POEMA.


CARTA A LOS POETAS DE LA TERTULIA*

Os estoy escribiendo en esta hora temprana
cuando el mar maniobra, repetido, en la orilla
y va y viene confuso porque está donde siempre
después de tanta noche navegando incansable.

Os escribo sabiendo que ahora estaréis vosotros
entornando ventanas al calor del estío
que vuelve acrecentado, como cada mañana,
y ni las azoteas deja al aire que vuele.
Y lo hago en esta hora en la que se acrecienta
el fragor de las aguas arribando a la playa
y toda la ciudad se hace alegre sonaje
que acompaña la danza perpetua de las olas;
cuando por el paseo de salitre y palmeras
se adentran en mis ojos las llamas de los cuerpos
que en la arena comulgan con el sol codiciado.

¡He de contaros tanto!: De los días que se inician
con fresca cadencia de este sensual paisaje
en el que el corazón canta porque ha encontrado
su columpio de espumas para aniñarse presto;
de las tardes vividas en las estrechas calles
que te ciñen el paso, para que te detengas
y contemples el tiempo que mausolea el ocaso;
del puerto, con sus barcos como férreos cetáceos,
y de hombres milenarios que trasiegan en ellos
mercadería que lleva escrita en su costado
una palabra, Cádiz, que es un clamor del viento.

Vosotros, desde allí, sé que podréis decirme
que el mármol sigue vivo sangrando en la salina;
que se quema el Guadiana, y el agua no le apaga
el fuego que reduce su mermada cintura;
que zurean las palomas en albos capiteles
y por las labrantías tierras de los entornos
el gran va dorando las tardes ancestrales.
Mérida, Cádiz, vida… ¡cómo me está latiendo
la mano cuando toco estas bellas palabras!

Otro día os hablaré de la ilusión que vuelve
cuando puede dejarse detenido el momento,
y desde el barandal de unos cálidos brazos
se ven curvada redes, volanderas gaviotas
como salinas clámideas, rojizos rituales
donde el sol sacrifica cada día su pujanza.

¡Pienso ahora tantas!: Que el tiempo es una ola
y siempre reaparece aunque llegue y se vuelva,
la ola que nos sumerge tras bella travesía
desde los iniciales destellos del albor
hasta la última noche donde naufraga el sueño;
y también la osamenta de piedras seculares
donde los arcos oyen los versos de la sangre
y los unen, perennes, a su erguida presencia.

Mas os dejo, termino esta carta de azules.
Pronto iré con vosotros. Mis labios, tan salinos,
tremolarán de nuevo izando en la memoria
el blanco gallardete del viento embravecido;
y en esa ciudad nuestra, petrificado ensueño,
navegaré gozoso sobre las espadañas
donde lentas cigüeñas remontan los albores
con el sol monorrimo de su oración viajera.

Cádiz, Mérida… Amigos, cómo late mi mano
Mientras cierro esta carta de amistad verdadera.

Rafael Rufino





Homenaje al “Soneto de despedida”
De Antonio Román-Díez García.



COMPAÑERO DE EQUIPAJE


Quisiera retenerte amigo, siempre,
buscando aquella voz como bandera
poética, que brilla en la frontera,
con sabor de tu vida en mi presente

Considero tu marcha ¡tan ausente!
Más que el sol guarecido en primavera;
pues pensar que en tu vuelta, no hay espera,
se me hace un dolor intransigente.

Mas siento este sufrir como asidero,
que pagamos servicio de un peaje
por un tiempo instantáneo y pasajero.

La poética os brinda un mensaje:
Con tu marcha me voy por el sendero,
pues toma –compañero- tu equipaje.

Mª José Fernández Sánchez





ES INVIERNO


Es invierno, lo sé,
me lo dicen los árboles,
saetas multiformes
anhelando su terciopelo verde,
sobre temblorosas brumas
de una isla sobre el Guadiana
que atravieso sin mirar atrás.

Es el susurro de un sol
recién despertado, bajo mi piel,
el que me habla de la futura
respuesta de este tiempo;
vendrán las sabias retoñecidas
para acercarme de nuevo,
a esta otra orilla propia
que aún no encuentro.

Es invierno, lo sé,
mientras recorro humedales
en la ciudad de Mérida.

Francisco José Martín




A María Rubio, porque es una sonrisa abierta
a todas las pupilas
y porque el rostro de su padre
me trasladó al recuerdo.


ARRIMAR PALABRAS

Primero fue la mina quien te hurtó la niñez.
Luego, ya en el campo, los aperos de labranza.

Más tarde, la contienda entre hermanos
y la injusticia después,
te privaron del derecho a ilustrarte.

Yo conozco los nombres de las letras, me decías,
pero no sé es arrimarlas para formar palabras.

Aprende, hijo, aprende y, cuando ya conozcas
el nombre de las letras y aprendas a juntarlas,
yo te regalaré un libro para que puedas leérmelo.

Pero te fuiste abuelo, partiste
sin que yo hubiera aprendido a formar tus deseos.

Te marchaste ignorando
que en mi alma escribiste el más bello poema
que jamás he sentido.

Eladio Méndez



UN POEMA SIN NOMBRE

El poema tiene un filo de daga que se clava
en el costado gris de la tarde vacía.
El perro tiene hambre y hay un niño en cuclillas
que sueña con ser hombre sin sandalias de barro…

(Si una tarde no tiene vestigios de cometas,
es que el niño sucumbe en las garras del miedo).

Ahora las amapolas no crecen en los trigos,
ni el azul de las aguas los surcan los veleros.
Una estación sin nombre, sin tren ni pasajeros
desdibuja el paisaje sin pitidos lejanos:
Un hombre tiene el alma encogida y vacía,
como la tarde tiene clavada en la retina
la lluvia pertinaz de los cielos de otoño…
(Desandando lo andado una mujer se acerca
y deja algunas flores en el suelo mojado…).

JOSÉ Mª DEL ÁLAMO





SE HA PERDIDO LA INFANCIA

Se secaron los lirios
en la linde del huerto.
Se ha perdido la infancia
que creció en el camino.

Y la charca está seca,
y están secos los trigos
que dejaron su grano
en el viejo molino.

Ya sin leche los pechos
que guardaron tibieza
al calor de los hijos,
hoy se encuentran extraños,
al sentirse ateridos.

Se han abierto las rosas
en la ciudad sin nombre.
el cansancio se adueña
de las calles dormidas,

y los niños no saben
donde anidan los pájaros;
cómo suspira el agua,
en el lecho del río.

En las altas ventanas
del inmenso edificio
donde casi se palpa
la humedad del vacío,

una anciana se encorva
apagados los ojos;
con el alma colgada
en la frialdad del vidrio…

Se ha perdido la infancia.
Se han secado los lirios.

Chari Llanos





ALBOREA


Alborea. Dormita la mañana.
Luz y sombra disputan claro duelo,
mientras aves apenas lucen vuelo.
Triunfará nueva luz: la meridiana,

nuevo día, que parte con desgana,
ataviado de tenue y blanco velo;
para luego brillar en alto cielo,
cuando suene festiva la campana;

nuevo espacio expedito en nuestra vida,
escenario de alientos inmediatos,
sin saber si tendrán buena acogida

o serán, al contrario, tan ingratos
que al destino comporten la partida:
la experiencia se afirma con sus datos.


Jesús Mendo Sánchez



Fotos: Eladio Méndez.

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